Quebrada, pero no perdida.

Cuando la encontré estaba quebrada, perdida. Ella se aferró a mí como un animal herido, como un árbol que se apoya en una roca para que sus raíces no escapen de la tierra... ¡Oh! ¡Pero qué tonto he sido! No vi, no me di cuenta de que era yo quien estaba perdido y yo el que me aferraba a ella para salvar mi vida, para que el viento tempestuoso no me arrastrara a las profundidades del mar. Ella era mi roca, lo es... Y yo, que busco piedras en la oscuridad abismal de la tierra, descubrí que aquella sobre la que construí toda mi vida, mi hogar, mis hijos, mi familia, aquella en la que deposité mi amor, estaba en arenas movedizas. Y ella tiembla, y todo mi mundo tiembla con ella. Pero no me atrevo a preguntar. No lo hago, porque tengo miedo de su honestidad. Esa cruel honradez de ella que siempre me enfrenta con la verdad, le temo. Me da miedo escuchar lo que ahora podría salir de sus suaves labios. Labios que besé, labios que eran solo míos, labios que me dijer...